20/4/12

Breakfast at Dunkin Donut's




De pequeñita miraba embobada las películas americanas, sentada en el suelo con el bocadillo de salchichón y tomate (en mi casa era importante restregarle tomate a todo) soñando con un futuro de McAuto o Autoking, lleno de máquinas de palomitas en tu propia cocina y con semáforos de botón PULSE TO CROSS. Y llegaron.

Luego nos volvieron locas los tacones imposibles y los frapuccinos en mano como súmmum del glamour y la modernidad,  y cosas menos divinas y más mundanas, como esas "rosquillas" con las que babeaba Hommer y que no se parecían en nada, EN NADA, a los dos donuts envueltos en plástico que yo tenía a mi alcance. Todo ha llegado, los dunkin donuts también y para nuestra absoluta perdición.

Afortunadamente, hemos evitado la implantación de algunas perniciosas tradiciones americanas, como el destructor de basura del fregadero (que me parece una guarrada sin parangón), aunque, también es cierto que, con otras, estamos siendo derrotados, o eso pienso yo cada vez que en Halloween un niño me toca a la puerta para pedirme caramelos (que, por cierto, lo hacen así, descaradamente, sin truco ni trato ni claúsula general adhesiva).

Mi pregunta es ¿resistiremos a la new age? ¿tendré que elegir dieciocho damas de honor para mi boda a las que torturar vestidas de verde aguamarina con detalles en rojo neón? ¿alguien me invitará a una "baby shower" a la que me presentaré con una tarta hecha de pañales? (que, dicho sea de paso, me transmite la misma repulsa que el destructor de basura) ¿seguirán siendo tendencias minoritarias de las que te sueltan una sonrisa formal y una elevación de párpados escondida de madremía? ¿será lo más normal del mundo y yo no me enterado?

Lectora que pensabas invitarme a tu fiesta de embarazo o elegirme como niña de la cesta con pétalos: era broma, será un honor.