Esta mañana mi nuevo compañero de piso, FaustoEric, me ha tirado la taza de café por toda la mesa, podría ser peor, pero, me ha hecho recordar todas las desventuras que he contado sobre el café en este blog moribundo, como a mí me gusta tenerlo, algunas han sido muy exitosas, como aquella que narraba como intentar sacar una cantidad ingente de café de tu sofá con la socorrida ayuda de la espuma limpiadora de Deliplus (aquí), todavía hoy hay gente riéndose de mí por aquello.
Pero corría el año 2006, TRECE AÑOS VIRGEN SANTÍSIMA.
Cuando tuvo lugar una de las primeras entradas temáticas sobre el café (aquí), se me rompió la cafetera originaria, y conseguí con ese post granjearme el odio de todos los defensores de las cafeteras de filtro y goteo, aún hoy me sigue pareciendo cosa inaudita que existan semejantes personas.
Teniendo en cuenta que esa entrada es de noviembre de 2006 y que se me estropeó definitivamente la que me regalaron entonces el pasado 2019, estoy en disposición de asegurar que esa SAECO via veneto, ha sido la mejor cafetera que tendré en toda mi vida, pero trece años pesan para cualquier electroméstico del siglo XXI, por muy inmensamente feliz que me hiciera, ya no podía darme nada más.
Su sustituta es peor en todos los sentidos, más ruidosa, menos resistente, vibran partes que no debieran, eso sí, cuesta un tercio y el café que hace es más que aceptable, esos trece años también me han enseñado a mí el secreto de la felicidad, rebajar las expectativas a lo aceptable y convivir con ello con conciencia de que todo puede ser peor y que, afortunadamente, también tengo margen de mejora.
Y también, que hay que mantener siempre unos mínimos principios, unos límites, por muy mínimos que sean, y estar segura de ellos, no dejarse llevar por justificaciones forzadas ni modas absurdas, si el único café bueno es el de una cafetera express, es porque es express, y punto, y aunque muchos cantos de sirena he escuchado sobre nespressos, cápsulas, incluso, cafeteras que hacen chocolate, ergo, dejan de ostentar con honor la denominación de cafetera en sí misma, me he mantenido fiel al café molido y natural y prensado en su regazo metálico y colocado mimosamente en su brazo.
Y el tiempo ha venido a darme la razón, ahora, ni sois buenos amantes del café y encima vuestras cápsulas se han cargado todo el planeta, si no sois los primeros (posición que ocupan los padres que celebraban fiestas infantiles llenas de cucharas desechables y banderolas de plástico de colores) estáis los segundos en la lista de destructores del planeta.
¿Total para qué? Para que ahora lo que os parezca bien sea comprar cápsulas no desechables y rellenarlas cada vez, lavarlas luego y reutilizarlas, que es lo que veníamos haciendo todos con el cacito metálico, al parecer las justificaciones de ¡Es mucho más rápido! ¡Ensucia mucho menos! eran justo lo que parecían, un minuto de esfuerzo ganado para la comodidad y perdidos para el café que sabe a café.
Eso sí, me parece un gran detalle, que las hagan de colores, para todos aquellos que sólo querían un portacápsulas de adorno junto a las cucharas de madera y las espátulas de silicona, cápsulas de muchos tornasolados, un café con diversos y exóticos orígenes con el factor común denominador: todos tenemos el mismo sabor, sabor a mal café.
El año pasado dije que volvería a escribir, entendedme, cualquier excusa por mala que sea es buena para volver a hacerlo, un blog no puede estar moribundo si no le queda algo de vida.