Cuando estudias en verano (cosa que no es la primera vez que hago) hay ciertas leyes inexorables, que se repiten en bucle, son como las Leyes de Murphy pero sólo las conocen los elegidos que estudian en verano, también conocidos como "pringaos".
Siempre, siempre, algún vecino, imbuido del espíritu ikea se pone a redecorar su casa, comienza pegando martillazos o taladrando bien temprano (o bien tarde cuando intentas dormir e incluso alguno se permite el lujazo de hacerlo a la hora de la siesta) ... a finales de julio se da cuenta de que cuatro cuadros y tres estantes es poca cosa y decide que ha llegado la hora de cambiar el baño por completo, o, en su defecto, poner parqué en toda la casa destrozando una por una, a porrazo limpio , cada baldosa.
Los albañiles, siempre pensando en ahorrar molestias, empezarán a las 8.00 AM a más tardar con aquello que resulte más ruidoso, un poner: si tengo que pintar una pared y cortar azulejos... está claro que empezaremos con el estruendo del azulejo y esa máquina infernal cuyo sonido es igual de espantoso que un torno de dentista pero lo suficientemente potente como para taladrarte el tímpano. Estaremos cortando azulejos hasta cerciorarnos de que no queda ningún vecino sin crisis de ansiedad y luego, tranquilamente, procederemos a pintar la pared de la otra habitación o repasar las juntas de la que pintamos ayer (por supuesto, después de haber estado picando el suelo durante toda la siesta).
Otra regla inexorabe de estudiar en verano la protagoniza la vecina amargada, de familia numerosa mejor, que se ha quedado sin vacaciones porque se le ha roto el coche o contingencia similar (preferiblemente, después de haber estado presumiendo desde marzo que se iba a Eurodisney).
La vecina amargada tiene como plan diseñado para el verano hacer partícipes de su amargura al resto del vecindario (que ya estará suficientemente amargado de por sí por no estar en la playa) para ello, a una hora prudencial, colocará estratégicamente situados en el patio de luces a sus adorables criaturas del demonio que se pasarán toda la mañana y toda la tarde gritando, gritando más, emitiendo berridos que consideran cantar, peleándose, gritando mientras se pelean, arañándose, llorando por las heridas de arañazos y pegando golpes con todo objeto que produzca sonido al estrellarlo contra pared y/o reja a su alcance... amalgama de ruidos que sólo se verá entrecortado por la pseudo-amenaza de la señora que desde el sofá que grita poderosamente y con cierto tono de histerismo eso de "VALE YAAAA... NO ME HAGÁIS LEVANTARME QUE VERÁS", amenaza que no tiene nunca ningún puto efecto, que ya saben los chavales que no se levanta ni de coña.
Eso sí, en septiembre están los niños con un bronceado a lo conguito, después de la cantidad de horas al solanero del patio de luces, como si vinieran de la mismísima Punta Cana.
Estas leyes pertenecen al ámbito del estudio en casa, pero también las hay para el estudio en biblioteca (a la que habrás de ir con más capas que una cebolla para no achicharrarte a los 40º de la calle ni morir congelada a los -12º de la biblioteca) y también para el escaso tiempo de ocio que te permitas, porque, si hay algo que todo estudiante veraniego sabe es que justo, justo, el día que elija para salir a tomar algo por la noche hará taaaaanto calor que cada paso será una tortura, y eso justo, justo, porque lo habías decidido harto de ver el fresquito tan rico que hacía a la noche y tú encerrado en casa viendo la tele (más basura que nunca o con el nuevo sistema adoptado por las cadenas para el periodo estival "como esta serie mola mucho te vamos a poner siete capítulos seguidos cada noche y en dos semanas liquidada").
Seguiremos informando.